miércoles, 1 de agosto de 2007

La carrera de la muerte del año 2000


Roger Corman es Dios. Sin más discusión. Excelente director, espectacular productor independiente, comenzó como mensajero de la Fox y acabó dirigiendo un imperio de películas de serie B. Ha dirigido más de cien filmes, y producido cerca de cuatrocientos, y casi siempre ha obtenido un buen dinero a cambio. Sabe pues, salir adelante con éxito, es rápido, eficaz, no soporta el derroche de dinero y sabe aprovechar recursos muy pobres.
En 1975 decidió adaptar un relato de ciencia ficción que le había sorprendido. Contrató para ello al director Paul Bartel, y contrató a dos pequeñas estrellas: David Carradine (conocido sobre todo por la serie Kung Fu en la época) y Sylvester Stallone, antes de alcanzar la fama. Así nació esta legendaria serie B de videoclub, que inspiró el juego Carmageddon (la saga de cine Mad Max tampoco habría existido de no existir esta película, como confiesan sus creadores).
La película nos retrata el futuro en el año 2000. Una América totalitaria, donde el presidente ejerce un control dictatorial absoluto, valiéndose de los medios de comunicación para mantener a las masas "ocupadas". Para tal herramienta de opresión se utiliza un peculiar "juego", la carrera transcontinental, una carrera de coches anual, donde gana quien más personas atropella y mata. Todo está permitido, y el ganador será convertido en ídolo social y presentado al Presidente. El ganador de los últimos años se llama Frankenstein, un tipo que, debido a cientos de carreras anteriores, tiene en su cuerpo más protesis que carne, y oculta su rostro tras una máscara negra. Su oponente, Joe "Ametralladora" Vitterbo, (Stallone) está dispuesto a todo por ganar esta vez. Y por si todo ello no fuera suficiente, un movimiento revolucionario planea acabar con el régimen totalitario atentando contra la carrera y secuestrando a Frankenstein. Pero hay algo sobre este misterioso conductor que los revolucionarios desconocen...
Bendita serie B. La película no escatima sangre ni sexo, ni amoralidad. Los conductores atropellan a peatones inocentes, valiendo más que nada los adolescentes, los niños y las mujeres embarazadas, y las enfermeras de todo Europa tienen por costumbre poner a los ancianos inválidos o moribundos en la carretera para que sean atropellados. Todo un cúmulo de ideas llenas de mala leche y humor negro pletórico. Los coches llevan, en su parte delantera, toda clase de adornos puntiagudos con los que parten a los peatones por la mitad. Y todos los competidores tienen un copiloto de sexo opuesto para "entretenerse" con ellos en las paradas, por lo que cada quince minutos de película tenemos un desnudo femenino en pantalla...
Con algo más de presupuesto del habitual (aunque sigue siendo una serie muy B) la película no escatima medios para divertir a los fans de este tipo de productos sin complejos, y para cabrear a los cuatro moralistas de la época que se escandalizaban ante la supuesta "polémica amoral" de esta clase de films. Ni que decir que en su día logró sus dos objetivos, y aunque hoy en día es ya demasiado difícil escandalizar a nadie con sangre, sexo o violencia en pantalla, sigue cumpliendo con su objetivo de divertirnos. Y como el primer día, a pesar de su antiguedad, logrará que nos riamos con las estupideces de Stallone, los raudales de violencia, las paranoias que hay sobre Frankenstein, las apariciones mediaticas del Presidente de Estados Unidos, presentado como una divinidad... pura y dura actualidad política bañada en el más divertido de los cachondeos. Completamente recomendable.
UN APUNTE DE COLECCIONISTA: La película estuvo editada en vídeo hace años, y tiene por lo menos tres ediciones en DVD en nuestro país. Se pueden hacer con cualquiera de ellas en cualquier gran almacén que venda DVDs...

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