miércoles, 1 de agosto de 2007

Muertos y enterrados


Esta es otra película que tiene atmósfera propia, una atmósfera opresiva, inquietante, rara. Hay un número muy limitado de películas que se acercan, en su atmósfera, a captar como es una pesadilla, y esta "Muertos y enterrados" es una de ellas. Dirigida en 1981 por Gary Sherman, habitual de la serie B, la película se apoya en un excelente guión de Dan O'Bannon (El regreso de los muertos vivientes, Alien) en una atmósfera rara, oscura, desosegante, y en una interpretación con la que los espectadores empatizarán de James Farentino.
Se nos cuenta como un joven pintor llega a la costa de Potters Bluff, un pueblo pesquero muy tranquilo. Allí fotografía el mar, hasta que aparece una chica con la que entabla conversación. La chica se desnuda, y él le saca fotos, hasta que de pronto aparecen unos tipos con aspecto de vagabundos, que, ayudados por la chica, le torturarán brutalmente y finalmente le prenderán fuego. Se nos presenta entonces al sheriff Dan, un hombre apacible acostumbrado a la tranquila vida del pueblo, casado con una esposa guapa y amable. Dan no entiende porqué le han hecho algo tan terrible al muchacho. Este ha sobrevivido, pero su muerte es cuestión de horas. Y poco a poco, todo el que entra en Potters Bluff es masacrado de forma brutal, y posteriormente, sus cuerpos son "arreglados" por el anciano y algo chiflado forense Doug. Y los asesinatos los cometen personas del pueblo. La camarera del bar, el granuja, la enfermera del hospital... poco a poco, Dan sospecha que hay alguna conspiración en el tranquilo pueblo, pero nunca, hasta el final, sospechará la verdad de lo que está sucediendo. En efecto, Doug es un artista del bisturí, y también resucita a los muertos. Uno a uno, ha asesinado a todos los ciudadanos de Potters Bluff y los ha restaurado. No saben que están muertos, no recuerdan sus asesinatos. Los amigos de Dan no se dan cuenta. Su esposa tampoco nota que está muerta hasta el final. Y el propio Dan solo lo descubrirá cuando ya es inevitable, cuando ya sabe toda la verdad: él también está muerto. Doug, de bata blanca y gafas de concha, es como el Dios de Potters Bluff, él ha convertido el lugar en un criadero de muertos vivientes, y todo quien entre allí será asesinado de modo horrible y después, resucitado para vivir una vida normal... hasta que llegue la hora de volver a matar. Una atmósfera triste y melancólica recorre el filme, llegamos a sentir pena de esos padres, hijos, maridos, mujeres y abuelos que viven una vida totalmente normal, comen, duermen, ríen, juegan... y cuando alguien de fuera entra en Potters Bluff, se convierten en salvajes sedientos de sangre. Y cuando la violencia llega, ya no sentimos lástima por ellos, sino todo lo contrario, son aterradores. En parte por lo que hacen, y en parte porque, en unas horas volverán a su vida normal y no recordarán nada de lo sucedido. ¿Y si nosotros mismos también estuvieramos...? Una verdadera joya, una rara avis del cine, una de esas películas absolutamente irrepetibles, de atmósfera malsana y triste a la vez, donde te das cuenta de que algo malo sucede, pero, ¿que puede haber de malo en un pueblo pequeño y tranquilo?

No hay comentarios: